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Monte del Destino
Montaña
Sindarin «Amon Amarth». Así llamaron los Dúnedain de Gondor al Orodruin, la «Montaña Llameante» de Mordor, cuando volvió a humear hacia finales de la Segunda Edad. De este modo reconocieron que Sauron había escapado a la Anegación de Númenor.
El volcán, cuya altura era de unos 1500 metros, se hallaba en la meseta de Gorgoroth al oeste de Barad-dûr. Sam Gamyi lo vio en plena actividad al mirar hacia Mordor desde las alturas de Ephel Dúath junto a Cirith Ungol: «el resplandor de un gran incendio; y de él se elevaban en remolinos inquietos unas enormes columnas de humo, de color rojo polvoriento en las raíces, y negras por arriba... Una y otra vez los hornos encendidos en el fondo abismal del cono de ceniza se calentaban al rojo, y entonces la montaña se henchía y rugía como una marea tempestuosa, y derramaba por las grietas de los flancos ríos de roca derretida. Algunos corrían incandescentes hacia Barad-dûr a lo largo de canales profundos; otros se abrían paso a través de la llanura pedregosa, hasta que se enfriaban y yacían como retorcidas figuras de dragones vomitadas por la tierra atormentada..».
Mientras escalaban por la montaña los hobbits llegaron a una carretera pavimentada que conducía desde Barad-dûr a los Recinto del Fuego, los Sammath Naur. Estos se hallaban en el cono del volcán, algo por debajo del cráter. El portal deba al este, a la ventana del Ojo sin Párpado. Aquí un pasillo estrecho se introducía en el cono hasta las Grietas del Destino, de donde subían las llamaradas del fuego. Antaño, Sauron había forjado allí el Anillo Regente y únicamente en este fuego el Anillo podía ser destruido. El poder de Sauron estaba encerrado en el Anillo y, cuando este fue devuelto al fuego, el volcán entró en una erupción titánica. Barad-dûr se derrumbó y los Nazgûl se extinguieron en el cielo.